domingo, 11 de marzo de 2012

El sangriento camino a Damasco: la guerra de la triple alianza contra un estado soberano

James Petras
(traducción Hugo De Marinis)

Existe la clara y apabullante evidencia de que las revueltas para derrocar al presidente sirio Assad son una violenta maniobra, hambrienta de poder y liderada por combatientes apoyados por el extranjero que han herido y matado a miles de soldados sirios, policías y civiles, partidarios del gobierno y su oposición pacífica.

La indignación expresada por políticos de Occidente y de los Estados del Golfo y también de los medios de comunicación acerca de “los asesinatos de pacíficos ciudadanos sirios que se manifiestan contra la injusticia” está cínicamente diseñada pare ocultar informes documentados de tomas violentas de vecindarios, villas y ciudades por bandas armadas blandiendo ametralladoras y colocando explosivos en sus calles.

El asalto a Siria está respaldado por dinero, armas y entrenamiento foráneo. Debido a la falta de apoyo doméstico, sin embargo, para tener éxito, se requiere de una directa intervención militar extranjera. Por esta razón ha sido montada una inmensa campaña propagandística y diplomática para demonizar al legítimo gobierno sirio. El objetivo es imponer un régimen títere para reforzar el control imperial de occidente en el Oriente Medio. En el corto plazo, esta acción aislará aún más a Irán en preparación para un ataque militar por parte de Israel y Estados Unidos; en el largo plazo, eliminará otro régimen secular e independiente, amigo de China y Rusia.

Para movilizar el apoyo del mundo a esta verdadera angurria de poder por parte de Occidente, Israel y los Estados del Golfo se han utilizado múltiples ardides que justifiquen una ostensible violación de la soberanía de un país luego de la exitosa destrucción de los gobiernos seculares de Irak y Libia.

El contexto más amplio: la agresión serial
Leer todo el artículo
La actual campaña contra el régimen independiente de Siria es parte de una serie de ataques contra los movimientos pro-democráticos y los regímenes independientes desde el norte de África hasta el Golfo Pérsico. La respuesta militar imperialista al movimiento egipcio por la democracia que derrocó la dictadura de Mubarak fue respaldar la toma del poder por parte de la junta militar de ese país y su campaña criminal para encarcelar, torturar y asesinar a más de 10.000 manifestantes egipcios prodemocráticos.

Enfrentados contra estos movimientos prodemocráticos masivos en el mundo árabe, los dictadores autocráticos del Golfo apoyados por Occidente, aplastaron sus respectivas revueltas en Bahrein, Yemen y Arabia Saudita. Los asaltos se extendieron hasta el gobierno secular de Libia donde las potencias de la OTAN lanzaron masivos bombardeos por aire y mar en respaldo de las bandas armadas de mercenarios y de esa forma destruyeron la economía libia y su sociedad civil. La piedra libre que se les dio a mercenarios y gansters condujo a la devastación de la vida urbana y a la ruina del campo en Libia. La OTAN eliminó el régimen secular del coronel Khadafi y además de haberlo asesinado y mutilado por sus mercenarios, supervisó los ultrajes, prisión, tortura y eliminación tanto de miles de personas que apoyaban al ex líder libio, como a trabajadores de su gobierno. La OTAN respaldó al régimen títere en su misión de sangrienta matanza contra ciudadanos libios e inmigrantes de ascendencia africana sub-sahariana – grupos que se habían beneficiado por los generosos programas sociales de la administración de Khadafi. La política imperial de arruinar y luego administrar Libia, sirve como “modelo” para Siria: crear las condiciones para revueltas masivas lideradas por fundamentalistas musulmanes, financiados y entrenados por Occidente y por mercenarios de los Estados del Golfo.

El sangriento camino de Damasco a Teherán
De acuerdo al Departamento de Estado, “el camino a Teherán pasa a través de Damasco”: el objetivo estratégico de la OTAN es destruir al principal aliado de Irán en el Oriente Medio; para las monarquías absolutistas del Golfo es remplazar una república secular por una dictadura teocrática vasalla; para el gobierno de Turquía el propósito es fomentar un régimen dócil a los mandados de la versión de Ankara de un capitalismo islámico; para Al Qaeda y los fundamentalistas salafistas y wahabíes, un régimen teocrático sunita saneado de sirios seculares, alevíes y cristianos, servirá de trampolín para proyectar su poder en el mundo islámico; y para Israel, una Siria dividida y bañada en sangre contribuirá a ampliar su hegemonía regional. No fue sino una profética previsión que el ultra sionista senador estadounidense Joseph Lieberman exigiera unos días después del ataque de Al Qaeda del 11 de septiembre de 2011 que: “Primero debemos ir por Irán, Irak y Siria”, antes de considerar a los reales autores del hecho.

Las fuerzas armadas anti-sirias reflejan una variedad de contradictorias perspectivas políticas y están unidas solo por su odio compartido al régimen nacionalista, independiente y secular que ha gobernado la multiétnica y compleja sociedad siria por décadas. La guerra contra Siria es el principio de una plataforma de lanzamiento para una ampliación del resurgimiento del militarismo occidental buscando extenderse desde el norte de África hasta el Golfo Pérsico, reforzado por una campaña de propaganda sistemática que proclama la misión democrática, humanitaria y “civilizadora” de la OTAN en nombre del pueblo sirio.

El camino a Damasco está pavimentado con mentiras
Un análisis objetivo de la composición política y social de los principales combatientes armados en Siria refuta cualquier reclamo de que la revuelta se propone la búsqueda de la democracia para el pueblo de ese país. Milicias autoritarias y fundamentalistas forman la columna vertebral del levantamiento. Los Estados del Golfo, que financian a estos matones sanguinarios, son ellos mismos, monarquías absolutistas. Occidente, luego de imponer un bestial régimen gánster al pueblo de Libia, no puede reivindicar “una intervención humanitaria”.

Los grupos armados infiltran ciudades y usan a su población como escudos desde los que lanzan sus ataques a las fuerzas del gobierno. En este proceso expulsan a miles de ciudadanos de sus casas, tiendas y oficinas para luego utilizarlas como puestos de avanzada militares. La destrucción del vecindario de Baba Amr en Homs es un caso clásico de bandas armadas que utilizan a civiles como escudos y como propaganda para demonizar al gobierno.

Estos mercenarios no tienen credibilidad dentro de las masas del pueblo sirio. Uno de sus principales centros de propaganda está localizado en el corazón de Londres, el así llamado Observatorio Sirio de Derechos Humanos, desde donde en coordinación estrecha con la inteligencia británica, fabrican relatos espeluznantes para intensificar sentimientos de rechazo en la opinión pública que favorezcan la intervención de la OTAN. Los reyes y emires de los Estados del Golfo financian a estos combatientes. Turquía provee bases militares y controla el flujo de armas y el movimiento de los líderes del autodenominado “Ejército Libre de Siria” en los cruces de frontera. Los Estados Unidos, Francia e Inglaterra abastecen armas, entrenamiento y cobertura diplomática. Los yihadistas fundamentalistas extranjeros, incluyendo combatientes de Libia, Irak y Afganistán, se han sumado a las hostilidades. Esto no es “una guerra civil”. Este es un conflicto internacional que enfrenta a una “non-sancta triple alianza” conformada por la imperialista OTAN, los déspotas de los Estados del Golfo y fundamentalistas musulmanes contra un régimen nacionalista, secular e independiente. El origen foráneo de las armas, la maquinaria de propaganda y los combatientes mercenarios revelan el carácter imperial siniestro y multinacional del conflicto. En última instancia las violentas revueltas contra el estado sirio representan una sistemática campaña imperialista con el fin de derrocar un aliado de Irán, Rusia y China, no importando el costo, aún si en este afán, se destruyen la economía siria y su sociedad civil, se fragmenta el país y se desencadena una dilatada guerra sectaria de exterminación contra las minorías alevíes y cristianas, y contra los partidarios seculares del gobierno.

Las matanzas y las masivas fugas de refugiados no son el resultado de una violencia gratuita cometida por un sanguinario estado sirio. Las milicias apoyadas por Occidente han tomado barrios por la fuerza de las armas, han destruido sistemas de tuberías, han saboteado los medios de transporte y han bombardeado edificios gubernamentales. En el curso de sus ataques, han interrumpido servicios básicos fundamentales para el pueblo sirio, incluyendo educación, acceso a la salud, seguridad, agua, electricidad y transporte. De esta manera, ellos son los que cargan con la mayor responsabilidad por el “desastre humanitario” (por el que, sus aliados imperiales y funcionarios de la ONU, culpan a las fuerzas de seguridad siria y a su ejército). Las fuerzas de seguridad sirias luchan para preservar la independencia nacional de un estado secular, mientras que la oposición armada lleva a cabo actos de violencia en el nombre de quienes la financian: Washington, Riad, Tel Aviv, Ankara y Londres.

Conclusiones
El referéndum del último mes que realizó el régimen de Assad atrajo a millones de votantes sirios que desafiaron las amenazas imperialistas y las convocatorias de los terroristas a un boicot. Esto indica claramente que una mayoría de sirios prefieren un acuerdo negociado y pacífico y que rechazan la violencia mercenaria. El “Consejo Nacional Sirio”, apoyado por Occidente y el “Ejército Libre de Siria”, armado por los Estados del Golfo y Turquía, impugnaron categóricamente los llamados de Rusia y China a un diálogo abierto y a negociaciones que el régimen de Assad había aceptado. La OTAN y las dictaduras de los Estados del Golfo están presionando a sus cabezas de playa a buscar un violento “cambio de régimen”, objetivo que ya ha causado la muerte de miles de sirios. Las sanciones económicas de Europa y los Estados Unidos están diseñadas para arruinar la economía siria, con la expectativa de que serias privaciones causarán que la población empobrecida recoja las armas de los violentos y foráneos insurrectos. En una repetición del escenario libio: la OTAN se propone “liberar” al pueblo sirio, destruyendo su economía, su sociedad civil y su estado secular.

Una victoria militar de Occidente en Siria solo alimentará el frenesí del militarismo. Envalentonará al Oeste, a Riad y a Israel a provocar una nueva guerra civil en el Líbano. Después de demoler Siria el eje Washington-Unión Europea-Riad-Tel Aviv se moverá a una, aún más sangrienta, confrontación con Irán.

La horrenda destrucción de Irak, seguida por el colapso posbélico de Libia, provee un prospecto terrible de lo que está reservado para el pueblo sirio: una baja precipitada del estándar de vida, la fragmentación del país, limpieza étnica, un gobierno ejercido por bandas fundamentalistas y sectarias, y una total falta de seguridad para sus vidas y propiedades.

Así como “la izquierda” y los “progresistas” declararon al brutal asalto a Libia, “una lucha revolucionaria de insurgentes democráticos” y luego se marcharon, lavándose las manos de las consecuencias sangrientas de la violencia étnica desatada contra los libios de raza negra, ahora repiten las mismas llamadas a la intervención militar contra Siria. Los mismos liberales, progresistas, socialistas y marxistas que llaman a Occidente a intervenir en la “crisis humanitaria” de Siria desde sus cafés y oficinas en Manhattan y París, perderán todo interés en la orgía sangrienta de sus victoriosos mercenarios luego que Damasco, Alepo y otras ciudades sirias hayan sido bombardeadas a rabiar por la OTAN hasta su rendición.

The James Petras Website, 09 – 03 – 12

La Quinta Pata, 11 – 03 – 12

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario