domingo, 25 de noviembre de 2012

El camino de Ecuador (I)

New Left Review (Traducción: Hugo De Marinis)

América Latina es la única región en el mundo donde los niveles de desigualdad vienen declinando y la participación democrática expandiéndose, bajo una cadena de gobiernos electos “bolivarianos” u otros social demócratas en sentido amplio, desde 1999: Chávez en Venezuela, Kirchner y Fernández en Argentina, Morales en Bolivia, el Frente Amplio en Uruguay, los Sandinistas en Nicaragua y Humala en Perú. La victoria en Ecuador de Rafael Correa en 2006 fue una parte central en esta secuencia, confirmando el avance de la izquierda regional y extendiendo el repertorio de formas políticas que puede tomar. Para Correa, como para los otros, el camino al poder descansa sobre las ruinas del orden político previo. Luego de la espiral de la deuda en los ’80 y el asalto neoliberal de los ’90, Ecuador sufrió un colapso económico tremendo en 1999-2000; el sistema de partidos padecía desestabilización crónica, con el Palacio Carondelet que albergó a seis presidentes en diez años. Como sucedió con los otros líderes bolivarianos, el mandato de Correa involucró un proceso democrático-constitucional, medidas redistributivas y afirmaciones sobre soberanía económica nacional sobre deuda y recursos, rechazando los dictados del FMI y del Banco Mundial. Así y todo, Ecuador tiene particularidades que lo singularizan dentro del patrón continental: los indígenas tienen menor peso que en Bolivia y Perú; Alianza País, que comprende 30 partidos y movimientos, es probablemente una alianza gobernante más heteróclita que en otros lados; el gobierno de Correa fue el primero en el mundo en emprender una transparente auditoría pública de la deuda nacional. Reelecto bajo la nueva constitución de 2009, Correa ha cumplido ya un mandato continuado más largo que cualquier otro presidente desde el siglo XIX; un nuevo mandato parece el resultado más probable en las elecciones a realizarse en 2013. A pesar de que su gobierno ha enfrentado un asedio perpetuo de la derecha, los candidatos rivales van muy por detrás del 45 al 60% de Correa en los (poco fiables) sondeos. El más cercano es Guillermo Lasso, un banquero de Guayaquil y miembro del Opus Dei, con el 15%; lo siguen con menos del 10%, Lucio Gutiérrez, ex presidente, corrido en 2005 por un levantamiento popular, y Alberto Acosta, un ex ministro en el gobierno de Correa que rompió con él en junio de 2008, en parte sobre la cuestión de la extracción de recursos de áreas indígenas. ¿Cómo ha sido el record del gobierno de Correa y cómo responde a estas críticas? Entrevistado en la estela del caso Assange, Correa discute su formación, las políticas sociales y económicas de su gobierno y los dilemas ecológicos que enfrenta su país.

(Primera de dos partes)

NLR: ¿Puede contarnos algo de su formación social y política?
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Rafael Correa : Mi formación se basa en la teología de la liberación y en la doctrina social de la iglesia católica. Nací en Guayaquil en 1963. Estudié en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil donde fui militante de un grupo de izquierda en el departamento de economía. Fuimos el primer movimiento de izquierda que ganó la presidencia de la federación de estudiantes en esa universidad, que era una de las más conservadoras del país. Ese era un duro periodo, bajo la administración de Febres Cordero, un gobierno muy represivo de la derecha(1). Luego hice un año de trabajo social como voluntario en Zumbahua, una región indígena situada a una altura de 3.600 metros, antes de ganarme una beca para estudiar en Europa. En Louvain también participé en política estudiantil, pero después me casé y fui a Estados Unidos a hacer un doctorado. Aunque conservé mis convicciones de izquierda, no estuve políticamente activo. Alguna gente que se llama a sí misma radicales de izquierda dice que no soy de izquierda porque no hice activismo a su lado, pero esto es arrogancia. Hay muchos espacios en la izquierda en los que uno se puede formar y tomar parte, y la teología de la liberación y la doctrina social de la izquierda es uno de ellos.

- Ecuador sufrió una crisis económica en 1999 – 2000, seguida un periodo de turbulencia política – los presidentes Mahuad y Gutiérrez fueron expulsados de la presidencia en 2000 y 2005, con figuras no elegidas democráticamente en el poder mientras tanto. ¿Cómo fue que usted se unió al gobierno del sucesor de Gutiérrez en 2005?
- En ocasiones y de manera voluntaria, asesoré a Alfredo Palacio, cuando era el vicepresidente de la república(2). Yo nunca conocí a Palacio, pero hice contacto con él a través de un amigo común, Rubén Barberán a quien conocía de los tiempos de nuestro activismo de izquierda cuando éramos estudiantes(3). Escribí algunos artículos para el vicepresidente sobre la dolarización y los fondos del petróleo, que fueron bien recibidos. Cuando Gutiérrez cayó y Palacio asumió la presidencia, me nombró ministro de economía y finanzas.

- ¿Qué lo llevó a presentarse como candidato a la presidencia?
- En mi corto tiempo como ministro de finanzas – alrededor de 100 días – mostramos que uno no tiene que hacer lo mismo de siempre: sumisión al FMI y al Banco Mundial, pagar la deuda externa sin tener en cuenta la deuda social todavía pendiente. Esto creó un alto nivel de expectativas por parte del público. Cuando renuncié, hubo movilizaciones – ¡probablemente las primeras en el país en apoyo al ministro de economía! Inicialmente me había propuesto volver a enseñar en la Universidad San Francisco de Quito, pero me despidieron justo antes que comenzaran las clases porque, según la jerarquía, yo era un político. En este punto Ricardo Patiño y un grupo de colaboradores me dijeron que no podíamos abandonar las expectativas que habían surgido, y que el sentimiento de que las cosas podrían hacerse de modo distinto terminara en decepción(4). Viajamos por todo el país y formamos un movimiento político para pelear por la presidencia. Veíamos claramente que para cambiar el Ecuador, teníamos que ganar el poder político.

- ¿Cuándo empezó a llamar usted a su movimiento “Revolución Ciudadana”?
- Durante la campaña éramos claramente conscientes que lo que proponíamos era una revolución, entendida como un cambio rápido y radical en las estructuras existentes de la sociedad ecuatoriana, para cambiar el estado burgués en uno verdaderamente popular. Enfrentados con la deslegitimación de la clase política, que ya no representaba a nadie excepto a sí misma, nos dijimos que eran los ciudadanos los que tenían que revelar las incongruencias del régimen. Entonces decidimos llamar a ese movimiento “Revolución Ciudadana”, una revuelta de ciudadanos indignados. En ese sentido, anticipamos el reciente movimiento de los indignados en Europa en cinco o seis años. Pero el movimiento era también profundamente bolivariano, en términos de integración regional. Y de la misma manera fuimos inspirados por la revolución liberal de Eloy Alfaro – la única revolución que ha ocurrido en este país antes de la nuestra. Por esa razón Alfaro fue asesinado en 1912 de manera salvaje, porque estaba cambiando realmente las estructuras del país en ese tiempo(5).

- Usted asumió su mandato a principios de 2007. Poco tiempo después la economía del mundo fue golpeada por la crisis crediticia que luego se desarrolló en la crisis financiera de 2008. ¿Cuál fue el impacto en Ecuador y cómo su gobierno intentó enfrentarla?
- A nosotros nos golpeó triplemente esta crisis. Además de las consecuencias habituales – pérdida de mercados para la exportación, reducción de la financiación y cosas así – ocurrió un colapso de las remesas enviadas por los emigrantes, que fueron las que sostuvieron al país desde la crisis de 1999 hasta el principio de mi administración. El precio del petróleo también se desplomó, lo que nos golpeó en otra de las bases importantes de la economía nacional. Pese a esto, en 2009, mientras que América Latina se contrajo en un 2 %, nuestro crecimiento fue pequeño – debajo del 1 % – pero positivo. Modestia aparte, esto fue de lo más notable porque nuestra economía está dolarizada desde el año 2000, privándonos así de uno de los instrumentos clave de la política. ¿Cómo se logró? A través de una combinación de conocimientos técnicos y de una visión del bien común – actuando en nombre de los ciudadanos y no en nombre del capital financiero. Por ejemplo, nosotros teníamos un banco central autónomo, que es una de las grandes trampas del neoliberalismo, de manera tal que cualquier gobierno que estuviese en el poder, las cosas continuarían como antes. Gracias a la constitución de 2008, el banco ya no es más autónomo. Aprovechamos algunos de los beneficios que un rígido sistema dolarizado ofrece, como por ejemplo no necesitar reservas para respaldar la moneda nacional. Cuando el banco central era autónomo tenía millones de dólares de ahorro nacional – el mayor contribuyente era la seguridad social – y los mandaba al exterior, a Florida. Cuando la autonomía del banco se acabó y quedó bajo control democrático, pudimos traer de vuelta esas reservas y las usamos para dinamizar la economía. En los casos de bancos privados que mandaban dinero al exterior, impusimos un coeficiente de liquidez doméstica obligándolos a traer ese dinero al país. También hemos obtenido nuevo financiamiento de China. Todo esto quiere decir que podemos tomar medidas contra-cíclicas para mitigar los efectos de la crisis. No solo no redujimos la inversión pública, la incrementamos. Esta mezcla de medidas significó que pudimos crecer en 2009; de acuerdo a la CEPAL, Ecuador fue uno de los países que se recuperó más rápidamente de la crisis y el año pasado estaba entre las tres economías que crecieron también de modo más veloz en América Latina.

- Cuáles fueron las ventajas y desventajas de la dolarización instituida por el ex presidente Mahuad en enero del 2000?
- La dolarización significó un suicidio monetario para Ecuador – y no, como en Europa, para adoptar una moneda común transnacional; aquí se adoptó una moneda extranjera. Como consecuencia, nuestro destino económico quedó dependiendo en gran medida de que las políticas monetarias de los Estados Unidos coincidieran con las nuestras. Para fortuna nuestra en años recientes, en general, fue así. El debilitamiento del dólar ha sido beneficioso para nosotros, mientras que países que no tienen al dólar como moneda, están experimentando problemas: apreciación real, pérdida de competitividad para las exportaciones. Pero hay que distinguir entre buena suerte y buenas políticas. La dolarización fue una medida totalmente errónea. Dentro de ese error, hemos tenido un grado de fortuna.

- En 2008 creó una comisión para auditar la deuda pública de Ecuador, que para el inicio de su mandato había alcanzado 10.300 millones de dólares, un poco más que un cuarto del PBI. ¿Cuál fue el pensamiento detrás de esto y qué efectos tuvo?
- El costo de los servicios de la deuda externa fue uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de Ecuador. En determinado momento, los servicios de la deuda consumían el 40% del presupuesto, tres veces más de lo que se gastaba en la esfera social – educación, salud y otros. La asignación de recursos demostraba quién estaba a cargo de la economía: banqueros, acreedores, instituciones financieras internacionales. Nosotros organizamos la Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público (CAIC); fue la primera vez que un cuerpo de esas características se creó en América Latina por la iniciativa de un gobierno. La Comisión probó más allá de toda duda lo que nosotros ya sabíamos: la deuda externa era inmoral, un robo. Por ejemplo, los bonos globales de 2012 y 2030 fueron vendidos en mercados secundarios al 30% de su valor, pero nosotros teníamos que pagarlos al valor completo del 100%. Cuando revisó los contratos, la Comisión también descubrió mucha corrupción y conflictos de interés. Por eso en diciembre de 2008 el CAIC señaló que esa deuda era inmoral y entonces declaramos una moratoria unilateral de esos bonos. Ese fue un momento en que nos encontrábamos en una posición económica fuerte – los precios del petróleo estaban altos, las exportaciones crecían – por lo que la medida nuestra fue deliberada. Esto quiere decir que el valor de la deuda bajó y por lo tanto forzamos a nuestros acreedores a negociar y revender los bonos en una subasta holandesa. Nos las arreglamos para volver a comprar nuestra deuda a un 32-33% de su valor, lo que significó millones de dólares de ahorro para el pueblo ecuatoriano, tanto en capital como en pagos de intereses. Esta situación liberó muchos recursos que direccionamos a la esfera social; ahora la situación se invirtió de lo que era antes – gastamos tres veces más en educación, salud y vivienda que en los servicios de la deuda.

- ¿Qué políticas ha implementado su gobierno para reducir la desigualdad?
- América Latina tiene el sombrío título de ser la región más desigual del mundo, y los países andinos de ser los más desiguales dentro de esa región. Esa es la razón por la cual fue una locura aplicar el sistema neoliberal, supuestamente basado en la competencia y la liberación del mercado, en países como Ecuador, en las últimas décadas. ¿De qué competencia estaban hablando? Fue una masacre. Estamos reduciendo la desigualdad, y la pobreza con ello, por medio de una combinación de cuatro cosas. Primero, haciendo pagar a los ricos más impuestos. Hemos instituido un sistema tributario mucho más progresivo, y la gente ahora realmente paga sus impuestos – la recolección se ha duplicado. Estos recursos junto a los ingresos del petróleo y el dinero ahorrado con la reducción de la carga de la deuda, puede ser destinado a la educación, salud y otras necesidades. Este es el segundo punto: otorgar igualdad de oportunidades. La gente ya no tiene que pagar por salud y educación, que eran bastante caras para los pobres – la matrícula para la escuela costaba 25 dólares por niño, pero ahora es completamente gratis; a algunos chicos se les provee también libros y uniformes.

En tercer lugar, gobernar el mercado y mejorar el sistema laboral. El mercado es una realidad que no podemos evitar; pero creer que el mercado debe ser el ente que asigna recursos es un asunto diferente. El mercado necesita ser controlado por acción colectiva. Estamos poniendo un fin a formas de explotación tales como la tercerización. Estamos mejorando los salarios reales – hemos sido capaces de acortar la brecha entre las entradas familiares y la canasta básica de bienes de consumo. Alrededor del 60 al 65% de las familias podían costear la canasta básica en los inicios de nuestro mandato, ahora hemos alcanzado al 93% de las familias, el porcentaje más alto en la historia del país. Hemos refutado la teoría economía ortodoxa, la idea de que para generar empleo se necesita bajar los salarios – aquí el salario real se ha elevado sustancialmente, y tenemos uno de los niveles más bajos de desempleo en la región – algo menos que el 5 %. Asimismo, hemos prestado atención a la calidad del empleo, asegurándonos que las empresas cumplen las leyes de trabajo. Mientras que hemos elevado los salarios del trabajo, hemos reducido la remuneración por capital. En este país, si uno propone elevar el salario mínimo unos pocos dólares es llamado demagogo, populista, pero nadie se sorprendió por las tasas de interés al 24 – 25%. Bajamos drásticamente las tasas de interés, al 8 – 9 % para el sector corporativo.

En cuarto lugar, distribuimos adecuadamente el patrimonio social. Solíamos regalar nuestro petróleo: antes del gobierno de Palacio, las compañías transnacionales se llevaban el equivalente de 85 de cada 100 barriles y nos dejaban con 15; ahora renegociamos los contratos y las proporciones se invirtieron. Otro ejemplo: luego de las crisis económica de 1999 – 2000: muchas empresas que se utilizaban como colaterales para tomar préstamos debieron haber terminado en manos estatales; nosotros fuimos quienes terminamos de tomarlas. En 2008 recuperamos cerca de 200 empresas, como el grupo Isaías, cuyo dueño era la familia del mismo nombre. Otros gobiernos probablemente hubieran privatizado de nuevo esas empresas, de tal forma que habrían caído en las mismas manos de siempre. Hemos usado el sistema bancario público para proveer financiamiento para que los trabajadores mismos puedan comprar todas o partes de esas empresas.

- Mencionó un aumento en la recolección de impuestos – ¿Cómo logró esto?
- Por medio de una combinación de credibilidad, controles e incentivos. En Guayaquil tenemos un dicho: “El mono sabe a qué árbol subirse”. Las personas de negocios y los banqueros de Ecuador sabían que si no pagaban los impuestos, tenían amigos en el gobierno y que nada les pasaría. Cuando quedó claro que este nuevo gobierno no sería digitado por nadie, empezaron a pagar. Segundo, hemos mejorado grandemente los controles y el Servicio de Rentas Internas también mejoró mucho en términos de recursos humanos. Tercero, incentivos: por ejemplo, matamos dos pájaros de un tiro permitiendo a las familias deducciones en los impuestos si gastaban en vivienda, salud y educación. Previamente, un hombre con cinco hijos que ganaba 20.000 dólares pagaba lo mismo que un soltero sin cargas; ahora el sistema es más justo. Del mismo modo, para obtener las deducciones cada cual tiene que obtener facturas. Esto quiere decir que hemos mejorado la recolección de ingresos de profesionales independientes – doctores, dentistas – de contratos de alquileres y cuestiones parecidas. Otro ejemplo es el sector bananero: los productores vendían por valor de 600 millones de dólares y pagaban un millón por impuestos, era ridículo. Implementamos una nueva fórmula para calcular por adelantado cuántos impuestos se iban a deber, y si alguien cuestionaba esa fórmula, podría ser vergonzoso para ese alguien, porque significaría que vendía bananas a pérdida – entonces los auditábamos. Ha habido muchas otras reformas que nos permitieron recolectar más impuestos.

- Vamos a ahora a problemas de desarrollo, ¿cómo propone balancear la explotación de los recursos naturales de Ecuador con la preservación de su maravillosa diversidad ecológica?
- Es una locura decirle no a los recursos naturales, que es lo que parte de la izquierda propone – no al petróleo, no al gas, no a la energía hidroeléctrica, no a los caminos. Esta es una izquierda infantil, que lo único que hace es legitimar a la derecha. En la tradición clásica del socialismo, yo no sé dónde Marx, Engels, Lenin, Mao, Ho Chi Min o Castro dijeron no a la minería o a los recursos naturales. Esta es una novedad absurda, pero es como que si se hubiese convertido en una parte fundamental del discurso de la izquierda. Es más peligroso aún porque viene supuestamente de gente que habla el mismo leguaje que nosotros. Con tantas restricciones, la izquierda no podrá ofrecer nunca ningún proyecto político viable.

No podemos perder de vista el hecho de que el principal objetivo de un país como Ecuador es eliminar la pobreza. Para eso necesitamos los recursos naturales. Hay gente aquí que parece estar lista a producir más pobreza dejando esos recursos naturales en la tierra, o que ve la pobreza como algo folklórico – que los chicos en la meseta central sigan muriendo de gastroenteritis y que la expectativa de vida se mantenga en 35 años. Eso es criminal. Lo que es más, si usted mira los países capitalistas que exitosamente salieron de la pobreza a través del desarrollo – Corea del Sur, Taiwán, Singapur – todos ellos impusieron grandes dosis de explotación laboral en un periodo de tiempo, para acumular el talento humano que se requería, la ciencia, la tecnología y demás. Gracias a sus recursos naturales, América Latina no tiene que recurrir a esa clase de explotación. Por ejemplo, Ecuador recientemente ha subido 16 lugares en el Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial. No creo en esas clasificaciones, son una mezcla de ideología y cuestiones técnicas – desregulación de los mercados, flexibilización laboral, etc. Pero nosotros subimos, principalmente por las mejoras en comunicaciones e infraestructura. Esto fue posible gracias a los recursos naturales. Los países que no cuentan con estos recursos deben recurrir a la explotación de la fuerza laboral. Esto es inaceptable. Nunca lo permitiremos ni tenemos por qué hacerlo. Lo que necesitamos hacer es explotar esos recursos de la manera correcta.

- Pero ha habido muchos desastres con el petróleo y la minería.
- Por supuesto, eso es verdad. Pero una cosa es decir que hubieron malos cantantes y otra que la canción es mala. Hay otro argumento falaz de parte de la izquierda – que porque las cosas se han hecho malamente en el pasado, continuarán en el presente haciéndose mal. Cualquier cosa puede ser una maldición – el turismo sexual en Asia, el juego en Las Vegas, la agricultura que utiliza demasiados químicos o que importa plantas que dañan la flora nativa – pero hay buenas formas de turismo y agricultura. El petróleo ha causado mucho daño y la minería prácticamente ha destruido países enteros, pero no tiene por qué seguir siendo así. El primer proyecto de extracción de petróleo completado por mi gobierno en Pañacocha, en el Amazonas, incluye muchas alternativas para desarrollo limpio. Si explotamos los recursos naturales con cuidado, hasta se puede beneficiar el medio ambiente de dos maneras. Primero porque así como la riqueza daña al medio ambiente a través del consumo de energía, también lo hace la pobreza: yo no le puedo decir a una familia pobre que vive al costado del bosque que no corte árboles. Si podemos reducir la pobreza, podremos conservar el medio ambiente. Segundo, hay una serie de engaños: que el petróleo destruye la jungla, por ejemplo. ¿Qué es lo que hace más daño a la jungla?: la expansión de la frontera agraria. Para evitarlo necesitamos crear recursos alternativos de empleo e ingresos. Después está la idea de que la minería contamina el suministro de agua. No es verdad: la principal fuente de contaminación del agua son las aguas residuales de Quito que aún se vierten en el río Machángara, ahora totalmente contaminado. Para cambiar la situación necesitamos cientos de millones de dólares. Podemos obtener estos recursos a través de la minería. Quiero decir, la explotación apropiada de los recursos naturales puede ayudar a conservar la naturaleza más que a destruirla.

- En diciembre de 2007, su gobierno lanzó la Iniciativa Yasuní-ITT, en que los depósitos de petróleo bajo el Parque Nacional Yasuní en el Amazonas serían dejados sin explotar, a cambio de una compensación. ¿Puede explicarnos el razonamiento detrás de esto?
- La más grande reserva de petróleo en el país está en Yasuní-ITT, cercana a los 900 millones de barriles. Tendría un valor de alrededor de 14.000 millones de dólares, dinero que el país necesita para escapar de la pobreza. Estamos dispuestos a renunciar a eso, para colaborar al bienestar público protegiendo el medio ambiente global. Pero tenemos que recibir compensación. No pedimos la totalidad de los 14.000 millones, sino solo una parte. ¿Cómo calculamos esa parte? Si el petróleo se extrae, se traduce en la emisión de 400 millones de toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera. Se nos tiene que compensar el valor de esas toneladas en el mercado del carbono. Esto está en línea con lo que ha venido a llamarse “emisiones netas evitadas”. Kyoto tiene una lista de compras de cosas que deben ser compensadas – tales como la deforestación, para la que está el programa UN – REDD – y se siguen agregando más ítems, pero todavía no llegamos al concepto integrado de “emisiones netas evitadas”, que es lo que debe ser compensado.

- Una acción internacional coordinada sobre el cambio climático parece hoy menos posible que diez o veinte años atrás. ¿Ve alguna manera de revivir este movimiento?
- El problema es político. Cuando hay una crisis, ¿uno actúa en el interés del ser humano o en el del capital? Mire a España: hay dinero para rescatar a los bancos pero no a las casas de familia. En el nivel global, los bienes del medio ambiente se generan en el tercer mundo y se consumen gratis en el primero. Imagine por un momento que la situación es al revés – que somos nosotros los que contaminamos el mundo y que la jungla amazónica está en Estados Unidos y en Europa. Nos invadirían para exigir compensación, en nombre de la justicia, los principios de la civilización y la ley internacional. Pero ellos son los fuertes, con ejércitos, misiles y demás. ¿Por qué habrían de compensarnos? Mientras que las relaciones de poder no cambien, habrá mucha retórica y pocas acciones. Algunos entusiastas dicen que con lo que está pasando en América Latina estas relaciones de poder van a cambiar desde el sur. Pienso que es un error: estamos muy lejos de ser capaces de afectar las relaciones de poder a nivel global. Son los ciudadanos del norte quienes van a cambiarlas. Esa es la razón por la cual hubo tanta esperanza producida por el movimiento de los indignados y los “Occupy Wall Street”, que fue un despertar de los ciudadanos del primer mundo. Pero solo una vez que estos ciudadanos se rebelen contra las estructuras prevalecientes, vamos a ir de la retórica a las acciones, y así se podrán realizar verdaderos compromisos para detener el cambio climático y preservar el único planeta que tenemos.

(1) León Febres Cordero: presidente de Ecuador desde 1984 a 1988, del Partido Social Cristiano; en mayo de 2008 Correa creó una comisión para investigar torturas, desapariciones y ejecuciones sumarias de oponentes presuntamente llevadas a cabo por escuadrones de la muerte.
(2) Alfredo Palacio fue vicepresidente de Lucio Gutiérrez desde 2003 a 2005. Asumió la presidencia cuando el último fue depuesto en abril de 2005.
(3) Rubén Barberán fue ministro de bienestar social en el gobierno de Palacio
(4) Ricardo Patiño: fundador de la rama ecuatoriana del Jubileo 2000, jefe de colaboradores de Correa cuando era ministro de finanzas en 2005; desde enero de 2010, ministro de relaciones exteriores.
(5) Eloy Alfaro (1842 – 1912): líder de la revolución liberal de Ecuador de 1895. Con dos mandatos presidenciales (1895 – 1901 y 1906 – 1911) llevó a cabo una serie de reformas modernizadoras – separación de la iglesia del estado, redistribución de la tierra, institución de la educación primaria gratuita, suspensión de los pagos de la deuda, construcción de vías férreas – que le valió una intensa oposición por parte de las elites dueñas de la tierra y por parte de la iglesia. En medio de una turbulencia civil, él y muchos otros liberales fueron sumariamente ejecutados y sus cuerpos arrastrados por las calles de Quito y quemados públicamente.


(Continuará)

“Ecuador’s Path” en New Left Review 77, Sep / Oct, 2012, págs 88 – 98.

La Quinta Pata

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