domingo, 19 de mayo de 2013

Videla, la muerte como impunidad

Ramón Ábalo

Murió de muerte natural. Pero estaba sentado en el banquillo de los acusados ante el tribunal que lo juzgaba por crímenes de lesa humanidad. ¿Y entonces esta muerte podría ser un castigo? Claro que no. Todo lo contrario, porque la muerte - esta muerte es en él - en el genocida - la continuidad de la impunidad que gozaba en vida. Una impunidad geriátrica. Se apoderó de su propia muerte para transitar el oscuro túnel de los expulsados de la condición humana. Ni siquiera el juicio final.

En su tumba la lápida será espacio insuficiente para inscribir epítetos recordatorios de sus infamias contra la carne, la sangre y el alma de decenas de miles de argentinos. Del pueblo argentino todo, incluso de sus cómplices y seguidores porque sentirán el escarnio "de haber sido" en sus conciencias. Sus crímenes de lesa humanidad, esencia de su carne y su sangre purulentas. Habrá una cruz y seguramente la biblia y el rosario con los cuales se acompañaba en cada sesión ante el tribunal que lo juzgaba. Elementos aquellos emblemáticos de una fe - la de él - hipócrita que podría estar también inscripta en aquel texto de Borges: "Historia universal de la infamia".

Pero, ¿es el único culpable? Hubo y hay muchos - y muchos más - porque todo tiene que ver con todo. Ese universo de la infamia terrenal se pretende emparentar con deidades, algunas satánicas, pero abstractas, como dios y el diablo, para absolver a la humanidad por sus pecados. Incluidos los Videla.

No lo admitimos, pero transcribimos parcialmente un texto del libro la Defensa del Diablo, del escritor mendocino José Luis Menéndez, un texto - el libro - inteligente, agudo y audaz:
Lo que se debería considerar, con estricta justicia, es la tenencia del poder. Por lo pronto, el Diablo no lo tiene. El Diablo fue expulsado del Paraíso, fue execrado y condenado, fue remitido a lo más hondo de la tierra, y vive con las vestiduras del fuego para todos los tiempos. El Diablo es inocente. Es cierto que sacude su fuerza y da batallas. Que cada tanto emerge de la oscuridad y hace sus cosas. Que es gustoso de juergas y amoríos ligeros. Que juega sus fichas en la ruleta, que conduce borracho. Que se mezcla con supuestos magos, delirantes y embaucadores. Que no evita relaciones promiscuas y promesas inciertas… Eso es cierto. Pero el Diablo no tira una bomba atómica sobre una ciudad poblada ni arrasa bosques, ni contamina el aire y el mar, ni dispone sobre la destrucción entre los hombres de los bienes que ellos mismo crean. ¿Quiénes hacen eso?
Sigamos siendo justos. Tampoco lo hace Dios aunque sí deja que lo hagan en su nombre...Dios no es autor intelectual de los saqueos y los genocidios. Ni siquiera es un cómplice necesario. Tiene, solamente, la culpa del testigo que puede intervenir y no lo hace. O del hombre, hecho a su semejanza...ese a quien todo lo humano ha dejado de pertenecerle...


La muerte de Videla es la muerte de muchos como él, aunque todavía no hayan cavado sus tumbas.

La Quinta Pata

1 comentario :

http://rolandolazarterapeutacomunitario.blogspot.com/ dijo...

Murió sin nunca haber vivido. Una cosa así no fue humana. No basta haber nacido, para ser humano. Esto es bien sabido. Pero esto que murió, nunca fue humano. Nunca se hizo gente.

Publicar un comentario