domingo, 20 de julio de 2014

Argentina y Brasil

Carlos Almenara

¿Cómo pensar la política internacional? ¿Bajo qué paradigmas establecer las relaciones del Estado nacional con el resto del mundo?

Estas son algunas de las preguntas nodales de cualquier Cancillería.

Siempre hay una tensión entre afinidad ideológica e interés nacional. Este último es la ratio esgrimida por gobiernos diversos para cometer toda clase de desaguisados.

Es también lo que da lógica a los cuerpos diplomáticos estables. Se supone que los diplomáticos de carrera, teniendo su ideología, pueden hacer presente el “interés nacional” en las relaciones entre Estados o aún pluriestatales.

Pero el interés nacional no es una bandera que esté exenta de cuestionamiento. De hecho, cualquier política audaz en materia internacional, el apoyo mismo a cualquier estatus de respeto a algo así como “derecho internacional” supone renuncias a este utilitarismo pensado como país.

Latinoamérica unida supone abandonar la pretensión de la ventaja inmediata a costa del vecino. Hugo Chávez invirtió una enorme cantidad de recursos de su Venezuela petrolera para construir solidaridad con gran cantidad de países y de pueblos (incluyendo los indigentes de New York).

La lógica estructurante de las cancillerías argentina y brasileña durante buena parte de su historia fue que el primer adversario (o enemigo según el momento) era el vecino porque lo que estaba en disputa era quién era el líder de la región. Es decir en un mundo occidental, dominado por la hegemonía norteamericana, el juego era cómo distinguirse, diferenciarse y superar al vecino para constituirse en el referente regional.

Sólo dos líderes extraordinarios, coincidentes en tiempo histórico, con un clima epocal propicio, Néstor Kirchner y Lula Da Silva, pudieron contra toda la “lógica” histórica romper la continuidad del “afán de lucro” nacional.

No me perderé en señalar lo equivocada o, más precisamente, manipulada por el centro que resulta la mirada que ordena la política internacional a partir de la disputa con el de al lado, siempre útil a la máxima de “dividir para reinar”.

No entraré tampoco en un estudio comparativo de los distintos gobiernos y cómo percibieron la relación Argentina–Brasil. En cambio sí quiero mencionar que seguramente hay antecedentes en la política exterior alfonsinista y en postulados de Juan Domingo Perón de estas ideas y políticas que profundizó Néstor Kirchner en Argentina.

Durante la visita del presidente ruso a Argentina y en la reunión de UNASUR con los BRICS y en todo el proceso organizativo previo se pudo observar una sorda disputa entre Argentina y Brasil.

Brasil, con fuertes argumentos fácticos, actúa como líder regional “poniendo en caja” a cualquier socio inquieto. Todavía está por verse qué tan convencido están los políticos brasileños de la necesidad de integración latinoamericana. Por ahora confluyen los convencidos con quienes ven en la UNASUR y otras expresiones regionales una mera reafirmación de la potencia de un Brasil “individual”.

Es esperable, de algún modo es su trabajo, que las Cancillerías defiendan sus respectivos “intereses nacionales”. Pero para no perder el maravilloso reflujo de las ideas bolivarianas, sanmartinianas, martianas que hemos visto florecer de mano de patriotas de la talla de Hugo Chávez, no podemos dejar que la política sucumba a funcionarios burocráticos.

La Quinta Pata

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