domingo, 31 de agosto de 2014

La clase obrera va al paraíso -I-

Ramón Ábalo

La clase obrera siempre estuvo en el infierno terrenal, incluso desde que las luchas iniciales abrieron una hendija en el espectro de la explotación de la fuerza del trabajo, ya en los siglos anteriores a la revolución industrial. Antes había sido el hombre de la gleba, el campesino y los artesanos en plena servidumbre del sistema feudal y, posteriormente, las distintas etapas precapitalistas. Pero desde siempre, la explotación del hombre por el hombre, como lo señalaran a mediados del siglo XIX Marx y Engels…

El principio fue la protesta y las acciones en grupos o individuales, hasta que aparecieron los primeros intentos de organización de los trabajadores. En la Europa el sindicalismo aparece en los albores del siglo XIX en el ámbito de los trabajadores urbanos y relativamente en el campo, aunque fue desde los feudos campesinos donde se originaron las primeras luchas masivas de los trabajadores semiesclavos, como lo fueron las movilizaciones y luchas de los campesinos europeos del siglo XVII.

"La historia de todas las sociedades hasta nuestros días (1888) es la historia de las luchas de clase: hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna. En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos y, además, en casi todas esas clases todavía encontramos gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa, que haya salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía... La burguesía moderna, como vemos, es ya de por si fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio" (Conceptos del Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, 1848).

Las embestidas coloniales de Europa en África, Asia y América, ampliaron las posibilidades económicas de la burguesía, como asimismo el desarrollo de la industria y el desarrollo del sistema político-ideológico en que se sustenta dicho desarrollo y acumulación, o sea el capitalismo. En paralelo, la organización de los trabajadores, superando las primeras etapas de las protestas y las rebeldías espontáneas. Sería a mediados del siglo XIX, a consecuencia de la llamada revolución industrial que aparecen los intentos primeros para la organización del proletariado, de mutuales y asociaciones autosolidarias, con base en Francia e Inglaterra, a partir de 1850, y se extiende la organización sindical en Portugal, Bélgica y Alemania, incluso con tintes políticos e ideológicos devenidos del socialismo primero, el anarquismo y el comunismo con la prédica del marxismo.

En este aspecto, aparece la orgánica proletaria en la Argentina con los predicamentos que surgen de la presencia de militantes europeos que llegan con las corrientes migratorias. En 1878 se crea el primer sindicato que representa a los tipógrafos, o sea los trabajadores de la imprenta. Ya existían agrupamientos mutualistas de los inmigrantes provenientes de España e Italia. Se sucede la creación de los sindicatos e incluso agrupamientos predecesores a la CGT, como fue FORJA. Cuando aparece el peronismo con el golpe militar del 1943, se había configurado, anteriormente, en el seno de los trabajadores organizados, dos centrales obreras, una comunista y otra socialista. Pero fue el anarquismo el que prevaleció desde los albores del proletariado en nuestro país, con una fuerte impronta libertaria, semi inorgánica, sin rangos directrices, y un accionar, no siempre, con ribetes violentos.

No obstante, era claro para los dirigentes, ya sean anarquistas, socialistas, comunistas e incluso radicales del 900, que la clase tenía un enemigo común: la patronal oligárquica, conservadora, con ostentosa servidumbre al imperialismo de entonces, el inglés. Un enemigo común que, además, hegemonizaba el poder institucional. Esa dirigencia proletaria no obstante sus contradicciones políticas-ideológicas la tenían clara: no solamente la pelea era por el salario y las condiciones laborales, en contra de la supe explotación, sino que además percibía que la pelea era también contra el sistema. A finales del 900, la acción gremial no escatimaba acciones y críticas contra el sistema capitalista, esencia de la supe explotación. Para nada vislumbraban sucedáneos para evitar la explotación, sino la acción directa. Y entonces, nos preguntamos: ¿es posible la hegemonía de los derechos humanos de los trabajadores, por sobre el Estado burgués, con el contenido de las luchas gremiales en el presente? ¿La clase obrera va en camino de ganar el paraíso? Veremos...

La Quinta Pata