domingo, 19 de abril de 2015

Che ¿vos qué te sentís….?

Carlos Lucero

Según dicen, las somatizaciones son consecuencias de experiencias traumáticas. Y si fuera posible evitarlas, mejor. Lo digo porque estoy convencido de que estas líneas brotan a partir de una impresión tan recia que, de repente rompió contenciones y encontró en la humildad de esta vertiente la manera de aliviar una aguda inquietud que se produjo hoy. Tal vez, el simple oficio de escribir pueda actuar, aunque no como seguro instrumento para cambiar las cosas, al menos tratemos de aliviar presiones internas, como lo haría una saludable catarsis.

Vamos a contar entonces, dónde comienza todo y cuál es la causa.

Una mañana de estas, descuidadamente buscaba en la radio sintonizar algún programa de noticias. Me toca, dar con uno de tantos, constituidos por dos o tres irresponsables que, amontonados entre ellos, se animan a transmitir las mismas informaciones que difunden otros medios con similares características a lo largo del dial. Es casi invariable que lo hagan a través de una de las tantas FM privadas que han surgido últimamente en estos andinos lares. Aclaro que a falta de variedad, no he tenido más remedio que acostumbrarme a aquellos latosos e inoportunos comentarios, mediante los cuales dos o más engreídos, adormecen a la audiencia, leyendo sin mayor rigurosidad, noticias reflejadas en clásicas páginas de internet. Y de este modo, se las arreglan para cumplir con su contrato y ayudados por alguna musiquita mediocre, dejan que la mañana se desgaste. Y luego, con descaro alardean del valor comunicativo de su trabajo.

En una de esas, mi oído me da una alerta. ¿Qué pasa? me pregunto… Las ondas dejan que se oiga un rosario de quejas que, mediante llamados telefónicos, los oyentes acceden y dejan sus impresiones. Todos sabemos que en la radio, un programa, construidos por los oyentes, es más barato y fácil de rellenar. Cuando concluye el tren de llamadas, una voz, débilmente masculina, declara, con un tono de satisfacción, amén de cierto matiz de regodeo:

_Ja, Ja, Ja. A mí no me importan los insultos de la gente, Ja, ja_ Total_ sigue vociferando_ esos insultos van dirigidos a ustedes los periodistas. Ja. Ja….y yo no soy periodista, ja, ja, ja… soy un “comentarista radial”, Ja, ja, ja_ (¡!)

¿Qué dijo?... Un vacío se apodera momentáneo del pensamiento, la respiración se detiene… ¿Habrá querido contar un chiste? Porque acabo de oír una sorprendente y profesional declaración de incompetencia. Su compañero no dijo nada y cambió de tema.

Lamenté no haber tenido en ese momento un grabador, porque me parecía imposible que estos improvisados, que no tienen idea la función para la que han sido designados, abusen con total descaro de la posibilidad de hablar frente a un micrófono. Me tomé la cabeza para tratar de comprender, aunque fuese una parte de las razones que tuvo el tipo para difundir este menosprecio hacia su público, hacia su propio trabajo, a la comunicación social, quizá hasta del empresario, que no creo que lo haya contratado para exhibir ante la audiencia este cinismo tan infame y auto degradante.

Me pregunto… ¿habrá reflexionado posteriormente sobre el indignante exabrupto?

(Por usar una palabra suave) ¿Tendrá este pretendido “comentarista radial”, algo de conciencia sobre lo que acaba de decir? Tal vez quiso hacer un chiste sobre la opinión de la gente. Aun así, no deja de ser insultante. Si lo dijo en serio, no tiene calificativo apropiado.

Con el estómago contraído, seguí escuchando al pelafustán y comprobé que los hecho y los dichos no le había afectado en nada, porque siguió hasta el mediodía, tan campante, sin pedir disculpa alguna, utilizando su voz de títere, para agregar descontroladas acotaciones que llevaban consigo, una fallida intención de viveza radial.

Sin entrar en el terreno de lo dramático, me puse a pensar en el estado en que ha caído, no solo el periodismo de lo audiovisual, sino en general la comunicación, a pesar de la creación y funcionamiento de numerosas facultades donde se supone que se capacita y gradúan especialistas en el área. He tenido la oportunidad de escuchar opiniones que provienen de antiguas mentalidades con las que las las denostan, al afirmar públicamente que la comunicación es solo un invento de estos centros de estudio. Según ellos, lo que realmente existe es el periodismo, dejando de aportar más razones que puedan enriquecer el intercambio. Exhiben de este modo, otra demostración del apego que tienen a tiempos que pasaron y en su fuero interno no han sido capaces de superar. Hemos comentado anteriormente sobre este generalizado fenómeno que conlleva un automático propósito de retroceso y negación del progreso civilizatorio del que formamos parte.

No obstante, existe un consuelo (o debiera decir una Terrible Venganza) que pude hallar, luego de doce horas de transmisión. A la medianoche, a través de la misma frecuencia, que no de la misma radio, me di nuevamente el gusto de deleitarme con las inteligentes, sarcásticas y acertadas consideraciones de Alejandro Dolina. Hace treinta años que el Negro, con toda su parafernalia revisionista y su humor cáustico, constituye una completa excepción en este panorama en resonante caída. Y corresponde destacarlo.

La Quinta Pata

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